miércoles, 18 de septiembre de 2013

Japón I: Impresiones niponas



El ferry nos dejó en Sakaiminato; de ahí, nos fuimos a Yonago, para poder finalmente llegar a Kioto después de más de 24 horas de viaje. Llegamos tarde y nos fuimos a comer sushi a uno de esos lugares en los que te sentás al lado de una cinta transportadora donde desfilan los platitos de sushi y uno va agarrando el que lo convence. También se pueden pedir piezas o platos determinados en una pantalla, y esos te los mandan por la cinta transportadora de arriba, directamente a tu mesa. La pasarela de abajo sería como la intercity, y la cinta de arriba, la express. Genialísimo. Quiero comer ahí toda mi vida. Nos empachamos de sushi. Japón no podía empezar de otra manera.

Muchas primeras impresiones


En contramano
Los autos van para el otro lado, y el conductor está del lado del copiloto. Hay que mirar para todos lados antes de cruzar, por las dudas. Es confuso; cuesta acostumbrarse. No son solo los autos; la gente nos choca caminando por pasillos, entramos siempre por la salida, y el lado derecho es el que circula en escaleras mecánicas. Acá debe haber venido María Elena Walsh en busca de inspiración. Estamos en el mundo del revés: en colectivos y tranvías, entrás por la puerta de atrás y salís por la de adelante (viajás y después pagás); las revistas se leen de atrás para adelante; escriben de arriba hacia abajo; las puertas se abren al revés que allá; usan otro sistema de señas para cosas básicas como decir no o indicar números; usan palitos en lugar de tenedores y, seguramente, el agua del inodoro gira en sentido contrario. Hablando de inodoros, predominan los inodoros inteligentes, con muchos botones y hasta controles inalámbricos (¿para qué?). Los botones que pude descifrar incluyen la función bidé para partes traseras y delanteras (con dibujitos), el sonido de agua corriendo (y sus propias teclas de volumen), desodorante de ambiente, la opción para calentar la tabla (imagino que el control inalámbrico entonces serviría para ir calentando la tabla un día de frío) y muchos otras que no entiendo, pero que hasta por ahí te hacen el control anual. Son tantas las funciones que la Wiki tiene su propio artículo dedicado exclusivamente a este tema. Uno que nos tocó en un depto. que alquilamos tenía un pequeño lavatorio arriba para lavarte las manos con el agua que vas a usar en la próxima descarga y así aprovecharla.

En algún lugar leí que es curioso que los occidentales, que tenemos ojos más redondeados, leamos horizontalmente, y ellos, que los tienen más horizontales, lean en forma vertical. Aún no decidí si es un dato interesante o es una pelotudés.

La gente es demasiado amable, todos son educados y respetuosos; en todos lados te saludan con una pequeña reverencia. Siempre dispuestos a ayudarte. No podés pasar ni un segundo con cara de confusión que ya se te acerca alguien a preguntarte si necesitás ayuda, con una sonrisa y sin esperar nada a cambio. El japonés es buena gente. Y, lo más importante, el bus te espera. He violado varias veces mi principio de no correr el colectivo, todas satisfactoriamente. 

Los supermercados son otro mundo. Uno puede pasar horas solo mirando y probando, casi siempre hay muestras gratis. Muchas cosas para observar: comida, cosas que parecen comida y cosas que no deberían ser comida. Nos llevamos varios fiascos, como unos platanitos vomitosos que compramos, pero también varias sorpresas, como ricos platos de comida hecha. Ir al super es un lindo desafío: ir, mirar y decidir con qué arriesgarse. Después, pasar por la caja autoservicio y jugar a la cajera, como cuando éramos chicos... ¿o era la única?

La plata no se entrega en la mano, siempre hay unos platitos que hacen de intermediarios, en todos lados. Y lo que se da en la mano, siempre se entrega y se recibe con las dos manos.

Mucha gente con barbijo. Mucha. Según los resultados de mi investigación, es el método que usan para no contagiar cuando están resfriados o para no contagiarse de algún otro apestoso, y también porque algunos son alérgicos al polen. 

No sé dónde fuman los fumadores, porque en todos lados está prohibido.


Dormimos Japanese-style en casi todos lados. Es el nombre coqueto que le ponen a dormir en el sopi, con una especie de colchoncito que a veces no es más que una o dos mantas. Los espacios, siempre chicos y, claro, son como 128 millones de japoneses apelmazados en 378.000 km², comparados con los 40 millones en casi 3.000.000 km² de Argentina. El mejor exponente es tal vez el hotel cápsula. Teníamos que experimentarlo, aunque tal vez tres noches fueron demasiado. Las cápsulas son cuchas ubicadas al estilo morgue. Son espacios de 2 m², y 1 m de alto. La verdad es que no son tan chicas como parecen, el techo está lo suficientemente alto como para que uno entre sentado, y se logra dormir. Cada cápsula tiene una luz, un reloj despertador, una cortinita para mayor privacidad (que lo único que logra es que no te vean, porque se escucha todo y la luz entra igual) y un televisor con control remoto. Nunca entendí la utilidad del control remoto. Incluso acostado, si estirás la mano, llegás a tocar el televisor. En realidad, desde cualquier lugar de la cápsula llegas a tocarlo, y sin estirarte demasiado. Claramente, les gustan los controles remoto para todo. Apenas llegás, te dan toallas, pantuflas, una bata y un pantalón pijama (de corte pescador, no quería dejar de mencionarlo), y la llave de tu locker, que se encuentra en Planta Baja. La ducha comunitaria está en el tercer piso, y las cápsulas, en el quinto. Entonces, todo el tiempo ves gente vestida igual, en pijama y pantuflas, arrastrando los pies (porque sino se salen las pantuflas), deambulando por los pasillos, viajando en ascensor y metiéndose en las cuchas. Todo esto, sumado a que todo es blanco y la limpieza es excesiva (por suerte), da lugar a pensar: están todos cucú, esto es un loquero.






















Aún no vencí el miedo de entrar descalza en baños ajenos, así que a veces voy a escondidas a agarrar las ojotas que deben dejarse en la puerta, y otras veces me hago la despistada y simulo haberme olvidado de quitarme el calzado, aunque a veces es realmente lo que pasa.


Menos mal que no tenían látigo

Comida de plástico
Más cosas extrañas o que nos llamaron la atención: la escasez  —por no decir inexistencia— de tachos de basura en las calles (y, sin embargo, no hay ni un papel en el piso); las mangas largas artificiales y la capacidad para escapar del sol (calles techadas, calles subterráneas, viseras, paraguas, largos cuando hace 30 ºC, etc.); la fiebre por el karaoke (en el que se paga un espacio privado por hora); la pasión por el pachinko, los slots y todo tipo de videojuegos (locales de siete pisos en los que, por ej., uno de los pisos está exclusivamente dedicado a las máquinas esas en las que manejás una pinza para agarrar algún premio); la popularidad de Hello Kitty (hemos visto japoneses rudos y grandotes con buzos de Hello Kitty); el helado sabor leche; que todo venga con arroz o sea a base de arroz (fideos, croquetas, galletas, dumplings, sake); que en todos lados te den té verde gratis en lugar de agua; que la gente haga el signo de la paz (la V de victoria o el número dos, según otras interpretaciones) cada vez que se saca una foto; la gran cantidad de mujeres chuecas; que haya extractores para secarse las manos de marca Mitsubishi; que en todos lados regalen pañuelos descartables; que la gente deje su cartera/bolso/mochila en la mesa mientras va al baño o a la caja a buscar un café; la costumbre de casi todos los restaurantes de poner comida de plástico en exhibición; la presencia de máquinas expendedoras de bebidas (alcohólicas incluidas) en todas las esquinas; que no se pueda hablar por teléfono en el subte de Tokio. Y la lista sigue y sigue.

La ruta de viaje en Japón queda para la próxima.

        
Bambi indeciso Durmiendo en algún bus Inspector con cartera
Boda tradicional en un santuario Shinto
(especial atención a las medias con ojotas)

        
Barbijo a la vista Seguimos viendo esta moda extraña
de parejas subnormales
Con las chicas


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