martes, 29 de octubre de 2013

Parte I: ¿Ya llegamos a la India?

Tras más de ochenta (80) horas de viaje, llegamos a la India. India es emociones fuertes. Todo es intenso.

Nuestro primer contacto real fue el trayecto del aeropuerto de Varanasi a la ciudad. El tránsito es suicida. Mientras el conductor maniobraba como loco esquivando tanto animales como a otros conductores y vehículos de todo tipo que venían de frente directamente hacia nosotros al son de los constantes bocinazos, nosotros nos distraíamos del peligro agarrándonos de donde podíamos para controlar los saltos que dábamos. Finalmente nos depositó en una callejuela, donde nos esperaban un par de niños sonrientes que nos dirigieron al hotel por los estrechos callejones de la ciudad llevando nuestras mochilas, a cambio de una pequeña propina. 

Nada es gratis en India, todo está a la venta, todo tiene su precio, y siempre hay alguien que conoce a alguien que te consigue lo que sea. Pero lamentablemente, entre tanta pobreza, lo sagrado y lo espiritual conviven con la estafa y la ventaja.

Varanasi


Varanasi es una ciudad sagrada a orillas del río Ganges. Una ciudad pintoresca, llena de colores y fotos en cada esquina, pero una ciudad fuerte. Repele por un lado y atrae por el otro. Genera asco, angustia, tristeza. Es una ciudad sucia, un laberinto de callejuelas angostas llenas de ruido y olores intensos. Uno camina esquivando mierda, humana y animal. Creo que es el peor lugar del mundo para que se te rompa una ojota. Las vacas son parte del tráfico, las cabras hurgan la basura para encontrar comida, los monos saltan por los techos y balcones en busca de algo para robarse, los perros deambulan por los pasadizos, y las moscas zumban en todo rincón. Es una inmundicia y un lindo caos, y todo sucede a orillas del Ganges, donde los niños juegan y elevan sus cometas, y la gente reza, lava su ropa y se baña diariamente, a pesar de ser uno de los ríos más contaminados del mundo.

Lo más impactante, por supuesto, es ver lo que sucede en los ghats (las escalinatas de piedra que conducen al río), donde la gente acude a quemar a sus muertos y esparcir sus cenizas en el río, o a tirar directamente los cuerpos en el río en el caso de no tener tanto dinero, o de tratarse de una mujer embarazada, un niño, un leproso o una persona que murió al ser mordida por una cobra, ya que creo que estos cuerpos ya son puros. Se considera que el río es sagrado y que brinda una especie de purificación del cuerpo y del espíritu, por lo que un final en el Ganges es una bendición. La muerte está ahí, mucho más presente de lo que estamos acostumbrados a ver, en contacto directo con la vida diaria de la ciudad.

Con Damon, 55 años
Por el módico precio de 100 rupias la hora, hicimos dos paseos en bote. En el primero, al atardecer, paseamos por la costa hasta acercarnos a un burning ghat. Vimos cómo bajaban los cuerpos tapados hacia el río, los mojaban y luego los quemaban sobre kilos y kilos de madera. Es un ritual presenciado únicamente por hombres, y ninguno llora. Una experiencia algo morbosa y bastante angustiante que no repetiría. Según Damon, el capitán del bote, un funeral en Varanasi puede costar desde 2500 hasta 4000 rupias (USD 40 a USD 65), una fortuna si consideramos que un sueldo promedio del gobierno es de USD 25 mensuales. Lo más costoso es la madera, motivo por el cual pesan los cuerpos y calculan minuciosamente cuánta madera se utilizará. Para el segundo paseo tuvimos que poner el despertador, ya que la idea era presenciar el amanecer en el Ganges, y así vimos la gran cantidad de gente que madruga, se va a bañar al río (con jabón) y bebe sorbos del "agua bendita" mientras sale el sol.


Varanasi es una de las ciudades más antiguas, y sus días de gloria parecen haber quedado muy atrás. Sin embargo, tiene encanto e, irónicamente, está llena de vida aunque se respire muerte.




 Las callejuelas de Varanasi


Nepal: Katmandú



Desde la estación de tren de Varanasi, un lugar dominado por ratas y ratones, visitado por vacas y poblado de gente durmiendo (en el que prácticamente no hay espacios libres en el piso), emprendimos un largo camino hacia Katmandú: primero en tren nocturno hasta Gorakhpur (8 horas con retraso), luego en jeep hasta la frontera con Nepal (3 horas), después a pie (15 minutos), luego en taxi (3 horas) y finalmente en un micrito (6 horas). Lo negativo: viajamos hacinados y llegamos agotados, con el culo roto, sudados y llenos de polvo. Lo positivo: sobrevivimos a la forma de conducir temeraria de nuestros choferes y a la peligrosa ruta de tierra y sus constantes baches, y llegamos a salvo.




Katmandú es India algo atenuada, sin vacas y con más polvo. A lo lejos se ven los Himalayas, y el clima es un poco más agradable en esta época. La ciudad es algo más limpia, pero sigue siendo un lindo quilombito, con cosas geniales para comprar: artesanías, máscaras, adornos, etc. Pero el que compra, carga; así que tuvimos que mordernos los labios y seguir caminando, como hemos hecho hasta el momento para evitar aumentar nuestros kilos permitidos.

Fuimos a la plaza Durbar, un lugar repleto de templos, y a Swayambhunat, también llamado templo de los monos, porque la cantidad de simios y sus monerías compiten con el monumento por la atención de los turistas.











Lo mejor fue la excursión, y con buena compañía: Jor y Santi (unos argentinos que conocimos en Varanasi) y Enol (de España).

Primer día: después de que pesaran a los valientes públicamente y todos estuvieran escrachados con su peso en kilogramos anotado con marcador en la mano (acá no valía meter panza), procedieron a dividir a todos en tres grupos. La cobarde (sí, hablo de mí en tercera persona) se encargó de sacar las fotos mientras Luciano... bueno, nada mejor que unos videos (cortesía de Enol, Santi y Jor) para describirlo:



Segundo día: rafting. Empezamos con la teoría: instrucciones, procedimientos de rescate, qué hacer si se da vuelta el bote (¿si se da vuelta el bote? ¿eso es posible? ¿qué hago acá?). No hay tiempo para arrepentirse. Todos listos con chaleco salvavidas, casco y remo. Al parecer, el remo es más valioso que tu propia vida. Nos subimos al bote. Tripulación: un guía copado, un nepalés que se llamaba John, Jor y Santi, Lucho y yo. Zarpamos. Forward together! Left back! Get down! Hold! Back, back! Forward! Stop! Enseguida tomamos confianza. Pedimos chimichanga y nos dieron chimichanga. Mucho salto y mucho tumbo, mucho grito y mucha carcajada, olas que nos cacheteaban y agua helada que nos empapaba. Y cada vez que el guía decía Do you wanna play a game? ya sabíamos que alguno iba a terminar en el agua, o todos... Lucha de remos, Titanic, todos al agua. No se salvó ninguno. Nunca pensé que el rafting fuera tan divertido. 

Al otro día, me dolían músculos que ni sabía que existían.

La tripulación
Ganadores invictos
Los rivales
Los chicos jugaban sucio y terminaban en el agua

Hicimos uso de nuestra visa doble entrada y en avión nos volvimos a Delhi para seguir recorriendo el noroeste de India y encontrarnos con mi amiga Tina. Estamos muy próximos al vencimiento de nuestra visa india, así que apuraremos todo un poco y haremos un viaje express por Rajastán.

Continuar leyendo...

miércoles, 23 de octubre de 2013

Seis


Seis meses, tres bimestres, un semestre, medio año. Un feto con pestañas, una noche en el Polo Norte, el periodo de gestación de un babuino, lo que dura una leche larga vida cerrada. 180 días de viaje. 180 días que no manejo. Julio Verne ya hubiera dado dos vueltas y cuarto.

Trece países visitados. Muchos otros por visitar. Doce kilos de equipaje y un nivel de despojo material en aumento, no por motivos espirituales, sino más bien por la salud de mi espalda. Varios libros leídos (se siguen aceptando sugerencias) y mucho patrimonio de la humanidad; ya mencioné alguna vez que la Unesco es bastante permisiva (ojalá fuera ella la que diera las visas para China). 

Notamos una leve disminución en el nivel de asombro ante cosas extrañas, aunque haber visto cómo le pagaban a una guía con caramelos nos sigue sorprendiendo. Era un free walking tour donde solo se da propina, y la mujer al final le dijo: no me queda más plata, pero tengo caramelos, y le entregó un manojo de dulces al estilo supermercado chino. O bien esto es demasiado extraño, o los caramelos se volvieron moneda corriente mientras estábamos de viaje, o la mujer jugó demasiado al Candy Crush y ahora piensa que puede pagar el alquiler con barritas Kinder, la luz con un Lila Pause y el agua con un Shot. No hay excusas. No entiendo por qué no se hizo la opa y se esfumó sigilosamente un poco antes de que terminara el tour.

Irónicamente, empecé a usar reloj después de varios años y desarrollé una increíble capacidad para llamar hogar a cualquier sucucho en el que nos hospedemos. No dejo de decirle "casa" a los hostels y hoteles. Claramente, después de seis meses de viaje, uno normaliza muchas cosas y hace una especie de rutina o genera un hábito con ciertas otras. Ya he armado y desarmado la mochila millones de veces, y las zapatillas siempre van abajo a la derecha, al lado del bolsito azul, porque ese es su lugar. Esto de llevar solo doce kilos hace que uno tenga que fregar bastante seguido. Creo que lavé a mano más que en toda mi vida, acto siempre seguido de la gitaneada de colgar la ropa donde sea que estemos. Vamos equipados con dos cordones que al atarse se transforman en una gran soga. También hay cosas que se repiten en muchos lugares que visitamos, como la historia de que al escultor/pintor/arquitecto (elija según corresponda) le sacaron los ojos una vez terminada su obra para que no pudiera hacer otra igual.

Uno llega a conocerse un poco más, nos dimos cuenta, por ejemplo, de que nos encanta comer con palitos chinos. Y también se aprenden cosas nuevas, en mi caso, aprendí a comer pipas con una sola mano y a usar una letrina. Creo que mi negación para con estas últimas era simplemente que no sabía usarlas. Después de encontrarme con una foto que indicaba claramente para qué dirección uno debe mirar y hasta qué punto debe flexionar las rodillas, se resolvieron todas mis dudas y ahora me siento totalmente capacitada.

Hemos enfrentado muchos desafíos, como comprar leche o pasajes de tren en Rusia o sacar la visa para China, pero con paciencia y perseverancia, los hemos logrado. La paciencia es algo que hemos desarrollado ampliamente en grado zen: esperando al bus, haciendo tiempo en las escalas o viajando en tren en trayectos de hasta 80 horas continuas (gran récord que hemos alcanzado entre China e India y que difícilmente superaremos). Claro que no lo hubiéramos logrado sin las formas de entretenimiento que nos acompañan.

Después de varios meses de viaje, se aprende a ceder en ciertos aspectos, por ejemplo, estoy mucho más tolerante con los insectos. Ya puedo matar arañas yo solita, pero aún me sigo negando a vivir el día a día vestida de trekking.

Las papilas gustativas se desarrollan y se vuelven más curiosas, pero sigue habiendo un límite. Ahora me gusta el picante, pero sigo rehusándome a comer pulpos y pulpitos; las sopapas en los tentáculos me parecen muy impresionantes.

Con todas las fotos que sacamos hasta ahora, además de quedarnos sin memoria en la computadora, tengo miedo de que nos estemos quedando sin alma. Ya antes de venir a mí me quedaba poca: las puertas automáticas generalmente tardaban en abrirme y nunca pude abrir las bolsas del super con los dedos. Espero que estemos compensando con tanto Buda, templo y lugar sagrado, al tirar monedas y al tocar la nariz, mano, cabeza o lo que corresponda de las esculturas.

Es el aniversario del blog también, un blog humilde y algo rústico, pero que cumple su propósito. Cada tanto agregamos secciones y con el tiempo lo iremos mejorando. Ya mencioné nuestro nuevo agregado (a la derecha) para suscribirse al blog y recibir las actualizaciones por email. Funciona.

Y siempre algo se extraña: mi mundo por una promo de Kentucky y tal vez un ceviche peruano. Bueno, por supuesto, a Álvarez Thomas, sus bigotes, la flia., los amigos y tener auto, en algún orden. Luciano diría ir a la cancha y jugar al fútbol con los pibes, una milanesa napolitana y, claro, los sobrinos, aunque lo que no estamos gastando en regalos de cumpleaños nos está financiando el viaje.
Continuar leyendo...

viernes, 18 de octubre de 2013

Tiger Leaping Gorge (Yunnan, China)


En Lijiang empacamos agua, galletas, Snickers, bananas y una muda de ropa, y partimos rumbo a Qiaotou dispuestos a pasar la noche en la montaña y a obtener glúteos de acero en la Garganta del Salto del Tigre (o Tiger Leaping Gorge). El nombre proviene de la leyenda que cuenta que un tigre, al verse perseguido por unos cazadores, logró saltar el cañón y huir de ellos.

Elegimos la ruta por arriba de la montaña, de alrededor de 22 km (de los cuales la mayoría se hace el primer día), y emprendimos la caminata con nuestro calzado tan poco adecuado. El camino es un sendero que atraviesa arroyos, bosques, cascadas, poca variedad de fauna interesante, naturaleza salvaje y plantaciones silvestres de marihuana. Uno se encuentra con breathtaking views en todo momento y muchos caminos al borde de la cornisa (desde donde si te caés, no la contás).

El primer día de caminata podría dividirse en tres partes:
  1. Las primera parte, de una duración aproximada de dos horas, hasta llegar a la aldea Naxi (donde la mayoría almuerza). Es una simple y tranquila travesía en la que uno piensa, algo ingenuamente, que esto es moco de pavo, una papa.
  2. La segunda parte, también de alrededor de dos horas de duración, que incluye la parte más empinada y cansadora, los conocidos y agotadores "28 bends": veintocho curvas pronunciadas y empinadas ubicadas en zigzag que se llevan todas tus fuerzas, hasta las de querer contarlas. Las ilusiones se desvanecen, el aire empieza a faltar, las piernas no responden, el cerebro te late y la cara toma un color rojo bermellón. Finalmente, en un estado algo deplorable, se llega a la cima, a más de 2500 metros de altura, desde donde se sacan unas lindas fotos del cañón.
  3. La última parte, que dura de 2 a 3 horas según el hostal donde se decida pasar la noche. En este tramo, en el que la parte más complicada ha quedado atrás, uno vuelve a tener esperanzas, retoma fuerzas, mira al horizonte y se vuelve capaz de todo.
A medida que subíamos, los dedos se me convertían en diez morcillitas, y el valor del agua mineral que vendía algún que otro local se volvía más cara con la altura. Las vistas, cada vez más increíbles. El destino me traicionó e hizo que Luciano viera una linda y tierna ardillita, y a mi me tocara ver un mugroso ratón. Entre los animales divisados se incluyen: caballos, cabras, chanchitos, gallinas, insectos, arañas, alguna que otra ardilla y el ya mencionado ratón; todo poco interesante.

En algún momento compramos unas manzanas, y Luciano tuvo que vivir en carne propia el dicho que dice que peor que encontrar un gusano en una manzana es encontrar medio...

No quiero alardear, pero tampoco quiero dejar de mencionar que no hicimos trampa, es decir, no utilizamos el transporte local que consta de caballos que te acarrean en las partes más empinadas, método que sí eligieron muchos supuestos exploradores de montaña o, al menos, gente vestida de trekking pro, con calzado adecuado, pantalones con bolsillos, indumentaria térmica y accesorios de montañismo, que ni siquiera sé cómo se llaman.

Publicidad de Halfway Guesthouse

Y, finalmente, después de varias horas de caminata, llegamos a destino (imaginarlo con música de triunfo): Halfway Guesthouse, un hotel en el medio de la montaña con "scenic toilet view", según las palabras textuales con las que se publicitan. Pasamos la noche en la montaña y tomamos una de las cervezas más ricas que probé en mi vida, claro que las demás variables influyeron bastante, porque también fue una de las mejores duchas de mi vida.




Al otro día bajamos la montaña por uno de los caminos más lindos y aventureros, en los que cruzamos arroyos, cascadas y caminamos al borde de los acantilados. Una vez abajo, almorzamos en Tina's Guesthouse y nos tomamos una van hacia Shangri-la.

Una linda experiencia del rubro vida sana.

Próximo destino: India.

Arrancando...




Confieso que dudé en tomarme el potro 







 Llegamos a Halfway Guesthouse

 




"Scenic Toilet View" de
Halfway Guesthouse

Descansados, limpios y listos para seguir






Fin

Continuar leyendo...